La persistencia de la memoria

a Tamara y Kri Artacho
a mi tía Mercedes

Tamara dio un pasito, se pensó el siguiente,
como si bailase con las hormiguitas.
Del grillete cuelga alfa y omega:
todo cuanto ha sido va al segundo pie.
Como no hay más madera, la locomotora
se nos va quedando en un triquitraque,
en un traqueteo asincopadito
que al zarandearlo desvencija el tren.
Se viene a una quietud de pueblo en sábado,
de camposanto aupado al risco último,
como si se supiese aún en el útero,
en semisuspensión, siguiendo su órbita.
El ojo sigue el arco que le marca el dedo,
y esa casi risa que es Tamara entera
cae con todo el plomo y cuando toca tierra
lleva ya enyesado medio corazón.
El dios barrunta el fin y en un frenético
arranque de piedad detiene máquinas.
A escuadra y cartabón esboza un rápido
desvío provisional del orden cósmico
en el que el interior de la Vía Láctea
se adentre en una edad de tiempo elástico,
dispuesto a la salud de los pacíficos
y su velocidad menuda, mínima.



(canción: Nacho Artacho; pintura: Salvador Dalí)

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