Los días y los hombres

En un principio fueron el verbo y el par de monos juguetones que en un santiamén
le dieron nombre al pájaro, al hierro, al maíz, y a no morirse solos llamaron 'amar'.
Después del repeluco que trajo el primer chispazo en la entrepierna, después de aquel
saberse continuables o, al menos, repetibles,
irguieron la cabeza y de entre la maleza salió humanidad.
Quiso la suerte que el político animal frotase dos palitos
y un fogonazo súbito le alumbrase la lógica.
Con la juerga por la lámpara, no cayó en su inconveniente:
la tarascada rojísima lo volvió a su ser en tránsito.
Hablaba ya el monito el día en que en mitad del páramo un pedrusco devino en traspiés,
y, entre la resolana, el golpazo, el trajín, el charco en que hocicaba se puso a girar.
El giro de los barros produjo un vapor que fue adquiriendo bordes y dimensión,
y apenas de un vistazo se entró en lo venidero:
la flor de los ingenios le abrió los milenios y él trazó un zig-zag
desde el músculo a la máquina, al impreso desde el óxido,
de la tinaja del cínico a la física del átomo.
Vio tres cruces en el Gólgota, la tartamudez de Sócrates
y a un genovés lunático extraviándose del Índico.
Vuelto en sí, pálido, rígido, se palpó miembros y cráneo:
un socavón sin remedio echó a perder la ingenuidad del corazón neolítico.


(letra: Nacho Artacho; música: José Antonio Delgado;
diseño gráfico: Kri Artacho y Pablo Accino)

2 comentarios:

Graça dijo...

Pressinto a beleza do texto, embora não o entenda bem. Pressentir a beleza é suficiente.

"... y a no morirse solos llamaron «amar»."

Héctor Martín. dijo...

Preciosas fotos y canción del malagueño Artacho. Estoy deseando oír su disco del que hablan maravillas...

Que nos encontremos en el arte sónico y gráfico.