La lechera de Vermeer
Hace siglos, madre, en Delft, ¿recuerdas?,
tú vertías la jarra en casa de Johannes
Vermeer, el pintor, el marido de Catharina Bolnes,
hija de la señora María Thins, aquella estirada,
que tenía otro hijo medio loco,
Willem, si mal no recuerdo,
el que deshonró a la pobre Mary Gerrits,
la criada que abre ahora la puerta
para que entres tú, madre,
y te acerques a la mesa del rincón
y con la jarrra derrames mariposas de luz
que el ganado de los tuyos apacentó
en los verdes y sombríos tapices de Delft.
La misma que yo soñé en el Rijksmuseum,
Johannes Vermeer encalará con leche
esas paredes, el latón, el cesto, el pan,
tus brazos,
aunque en la ficción en el cuadro
la fuente luminosa es la ventana.
La luz de Vermeer, ese enigma de siglos,
Esa claridad inefable sacudida de las manos de Dios,
Leche por ti ordeñada en el establo oscuro,
A la hora de los murciélagos.
(letra: Manuel Rivas; cuadro: Johannes Vermeer)
La luz de Vermeer, ese enigma de siglos,
Esa claridad inefable sacudida de las manos de Dios,
Leche por ti ordeñada en el establo oscuro,
A la hora de los murciélagos.
(letra: Manuel Rivas; cuadro: Johannes Vermeer)
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